ARCADAS DE PAPEL
A qué tenemos que temer ahora
después que con su séquito este mundo
agrede los colores de la aurora,
y, apuesta a la inminencia, al fin rotundo,
conque la muerte arrima en un segundo
su despojo, sin cuando ni demora;
pues al hombre lo dan por errabundo,
resultado de un antes; de un otrora.
Fatalidad de levadura lenta
que se llena de sueños a distancia.
Y… la distancia por lejana cuenta.
Lo que es por fuerza inevitable entonces
preguntarse hasta la redundancia,
cómo hay arcadas que no embalan bronces.
Manuel Martínez Acuña
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